El mandato de Dios es claro, si queremos seguir sus caminos hemos de vivir apartados del mal.
Pero vez tras vez tropezamos y caemos. Y en cada caída corremos un riesgo aún mayor: no levantarnos.
Porque si hay algo que nuestro adversario sabe usar muy bien es nuestro sentido de culpa.
Primero nos incita, y si caemos nos acusa.
Pecar nos priva de bendiciones, y puede acarrear consecuencias permanentes en nuestras vidas.
Sin embargo, si hay un arrepentimiento real, el versículo nos ofrece una esperanza: Tenemos un abogado defensor en Cristo.
Por eso, si quieres llevar una vida espiritual de victoria aférrate a Dios, busca la llenura de su Santo Espíritu, y no peques.
Pero si pecas no añadas un pecado aún mayor: No arrepentirte.
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