El mandato de Dios es claro, si queremos seguir sus caminos hemos de vivir apartados del mal.

Pero vez tras vez tropezamos y caemos. Y en cada caída corremos un riesgo aún mayor: no levantarnos.

Porque si hay algo que nuestro adversario sabe usar muy bien es nuestro sentido de culpa.

Primero nos incita, y si caemos nos acusa.

Pecar nos priva de bendiciones, y puede acarrear consecuencias permanentes en nuestras vidas.

Sin embargo, si hay un arrepentimiento real, el versículo nos ofrece una esperanza: Tenemos un abogado defensor en Cristo.

Por eso, si quieres llevar una vida espiritual de victoria aférrate a Dios, busca la llenura de su Santo Espíritu, y no peques.

Pero si pecas no añadas un pecado aún mayor: No arrepentirte.

 

Imagen de portada por Alex Iby  en Unsplash