En el anterior artículo vimos la diferencia entre las promesas de Dios específicas y las promesas de Dios generales. Hoy continuamos con la segunda parte de esta meditación sobre las promesas divinas (ver la primera parte aquí).
Lo siguiente que tenemos que tener presente es que todas las promesas en la Biblia tienen condiciones previas para su cumplimiento.
¿Quieres encontrar descanso? Ven a Cristo.
¿Eres Josué y quieres tomar la tierra? Esfuérzate, sé valiente, y vive la Palabra de Dios.
¿Quieres que las serpientes venenosas no te afecten? Cree en Cristo, pero no juegues con ellas porque esta promesa también tenía su contexto.
Elías solo fue enviado a una viuda. Él podía haber intentado ser más misericordioso e ir casa por casa reclamando el mismo milagro, sin embargo este solo iba a tener lugar en la casa de esa viuda en concreto.
Solo una viuda, solo en aquella ocasión.
Porque una promesa de Dios no es un cheque en blanco para que lo usemos cuando queramos y en lo que queramos. O dicho de otra manera, el poder de Dios es tan increíble que no puede ser usado de cualquier manera ni por cualquier interés. Solo puede ser usado dentro de la voluntad y el plan de Dios.
Porque Dios no es un criado al que imponer nuestra voluntad. Dios es el Señor del Universo, y de nuestras vidas.
Si queremos contar con su poder y su protección hemos de vivir según sus normas y dentro de ese plan.
Dios le prometió a David un reinado eterno, sin embargo ahora mismo, y durante muchos siglos, no ha habido rey en Israel.
Es más, la descendencia de David pensó que podía hacer todo lo que quisiera porque tenía esa promesa, pero ya en la segunda generación sus sucesores perdieron la mayor parte del reino y apenas gobernaron sobre su parte del reino unos pocos cientos de años más.
La promesa de un reino eterno fue dada por Dios a David, no a Roboam ni a ninguno de sus sucesores. Por lógica, parecería que esa promesa implicaba que sus descendientes conservarían el poder. Pero Dios tiene sus formas de actuar.
Él no escogió la línea dinástica real, sino que la cumplió a través de otro de sus hijos, uno que, curiosamente, tenía el mismo nombre que el profeta que le reprendió por su pecado contra Urías y Betsabe: Natán.
La promesa del reino eterno fue para David, y para nadie más. Por eso, pretender apropiarse de una promesa dada por Dios a otra persona, sin que Dios te lo haya confirmado a ti, no va a tener ningún efecto.
Recuerda la promesa a Josué: «Yo os he entregado, como le había dicho a Moisés, todo lugar…». La promesa fue dada originalmente a Moisés, pero Dios se la reconfirmó a Josué.
Pero si Dios te lo ha confirmado, y tú cumples con tu parte de la promesa, no tengas ningún temor, porque aunque todo esté en contra Dios cumplirá su palabra.
Porque todas las promesas de Dios se cumplen. No hay poder en el Universo que pueda impedir que Dios cumpla un compromiso contraído con alguien.
Él es el poderoso gigante que va delante abriendo su camino para nosotros, Él es el que abre y ninguno cierra, Él es nuestro sanador y nuestro defensor.
Ahora bien, eso no quiere decir que todo va a ser miel sobre hojuelas y que nada va a salir mal, al menos según los criterios humanos.
Recordemos que Elías tuvo que estar escondido durante meses, que David tuvo que exiliarse junto con sus hombres, y que secuestraron a todas sus familias mientras estaban intentando defender a Israel de forma encubierta, o que Jesús fue detenido injustamente, azotado y crucificado.
Y si nos vamos al capítulo 11 de Hebreos veremos que otros muchos sufrieron y murieron y, aparentemente, su esperanza no se cumplió. Incluso, como nos recuerdan los que están en el campo misionero, en los últimos años ha habido, y hay, más mártires por la fe que los que ha habido en generaciones anteriores.
Porque para los que no tienen esperanza, las únicas promesas que valen son las que ocurren aquí y ahora, pero los que tienen su mirada puesta en Cristo saben que quizá algunas no se cumplan aquí y ahora.
Pero hay algunas que se van a cumplir siempre:
Y nada ni nadie podrán impedir que se hagan realidad en nuestras vidas “si somos fieles hasta el final”.
A lo largo de nuestras vidas vamos a enfrentar muchas situaciones que nos gustaría que Dios arreglase inmediatamente. Por ello, es humano que busquemos en la Biblia promesas que puedan ajustarse a nuestra situación para reclamárselas a Dios.
Pero recordemos que:
Porque todo lo que Dios hace, lo hace para que podamos desarrollar el plan que Él tiene preparado para cada uno de nosotros.
Un plan que va a llevarnos a lo más alto que ningún ser humano puede aspirar: estar un día en su presencia por toda la eternidad.
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