El cristianismo en una religión basada en las promesas de Dios. Dios prometió un Salvador, y por medio de él Dios ha prometido el perdón, ha prometido su paz y su presencia, y nos ha prometido vida eterna.

Pero Dios nos ha dejado muchas más promesas en la Biblia, la cuestión es si todas ellas son para nosotros, de forma literal, o si tienen otra finalidad.

Porque hay cristianos que se apropian de todas las promesas, sin importar contexto o condiciones y se ponen a exigirle a Dios su cumplimiento.

Y me da mucha pena.

Porque pretenden ir por la vida queriendo tener éxito en todo lo que emprendan, no tener el más mínimo incidente y que todos sus adversarios desaparezcan en un abrir y cerrar de ojos.

Para ello toman la Palabra de Dios y buscan versículos con promesas como las siguientes:

  • Yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pie (Josué 1:3).
  • Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé (Josué 1:5).
  • El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, Y los defiende (Salmos 34:7)
  • Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenarás toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová (Isaías 54:17).
  • Ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador (Éxodo 15:26).

Podríamos seguir enumerando promesas de Dios en la Biblia que nos hablan de todas estas cuestiones. Ahora bien, ¿todas las promesas son siempre de obligado cumplimiento para cada uno de los creyentes? Pues sí y no.

Todas las promesas de Dios están dentro de un contexto

Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que todas las promesas están en un contexto. Esto significa que algunas de esas promesas fueron específicas para un momento o una persona en concreto, mientras que otras promesas pueden ser generales.

Y no hemos de confundirlas.

Hay promesas generales, como “Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar” (Mateo 11:28), que son aplicables a todos los seres humanos y en todos los tiempos. Se trata de una promesa abierta e ilimitada.

Pero cuando Dios le dijo a Josué que “yo os he entregado, como lo había dicho a Moisés, todo lugar que pisare la planta de vuestro pié”, nos encontramos ante una promesa para un tiempo y lugar específicos. No es extensible a cualquier otro tiempo y lugar.

Por eso, de nada vale ir pisando calles y montes reclamando después el cumplimiento de esta promesa. Y he visto mucho de esto, por supuesto sin resultado alguno.

Porque si Dios no revela su deseo expreso de que este tipo de promesas específicas sean realidad para ti, sencillamente no será.

Pero si Dios te promete algo específico para ti, o expresa la pertinencia de una promesa de ese tipo para nuestro tiempo y lugar, entonces sí que ocurrirá.

Otra promesa muy mal usada también está en este pasaje de Josué:

  • Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien (Josué 1:7-8).

Según creían los propios judíos si te iba bien en la vida es porque cumplías la ley de Dios, y si te iba mal era porque eras un crápula. Esto mismo se aplica hoy en día a la, mal llamada, teología de la prosperidad.

Según esto, mientras seas un santo varón o una santa mujer puedes emprender cualquier negocio o actividad que serás un empresario o empresaria de éxito, aunque no tengas ni la más remota idea de lo que tienes entre manos.

Pero si el éxito económico fuera prueba de la espiritualidad de los creyentes, entonces Jesús era el más indigno pecador, porque no tenía dónde recostar su cabeza; cuando organizaba una campaña evangelística no tenía ni para pagar el catering, y que usase un perfume regalado, en vez de venderlo para conseguir efectivo, era visto por el tesorero como un derroche.

No.

Esta promesa, al igual que otras como “Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón» (Salmo 37:4), son promesas con un contexto.

En el caso de Josué la promesa se refería a su llamado a ser el sucesor de Moisés en la tarea de conquistar la Tierra Prometida. No tenía ningún otro alcance. De hecho algún acuerdo de paz que firmó por su cuenta fue ruinoso.

En el caso del Salmo, David está hablando para alguien que está ansioso por alcanzar prosperidad económica, y le amonesta diciendo que tenga paciencia, que busque la voluntad de Dios para su vida, que camine dentro de esa voluntad, que pase tiempo en la presencia de Dios.

¿Y qué ocurre cuando vives en la voluntad de Dios? Pues que tus deseos no tendrán un contenido egoísta o material.

¿Os imagináis a Pedro, Juan y Santiago en el monte de la trasfiguración, contemplando a Jesús, a Moisés y a Elías y pensando: “¡Qué momento más glorioso! Por cierto Jesús, a ver si me ayudas a negociar con un proveedor para conseguir un mejor precio”?

Cuando estás deleitándote en Dios lo material pasa a segundo lugar y, en su lugar, buscarás lo espiritual, lo que es bueno y necesario para el Evangelio o para los hermanos, buscarás cumplir la voluntad de Dios y, si eres fiel, Dios hará que esos anhelos se cumplan.

Continuará… (ver la segunda parte)

Imagen de portada por Eran Menashri