Cuando vemos a los grandes siervos y siervas de Dios es fácil pensar que son personas hechas de otra pasta.
Seres con una capacidad especial muy superior a la del resto de los mortales.
Sin embargo, todos ellos comenzaron siendo personas muertas espiritualmente.
Como tú y como yo.
Fue Dios quien les dio vida y quien les capacitó para la obra a la que fueron llamados.
Y es Dios quien nos da la misma vida a nosotros.
Porque no se trata de las capacidades naturales de las que disponemos.
Se trata de la respuesta que le damos a Dios cuando nos llama, de nuestra disposición hacia Él.
Es seguro que cada uno tendrá misiones y ministerios diferentes, pero el llamado es el mismo.
Y el compromiso de Cristo con nosotros también es el mismo.
Cuando Dios te llame confía en Él y síguelo.
Él te ha levantado de la muerte, te ha dado vida y siempre estará contigo.
Nos vemos.
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