Hoy vamos a tener una meditación un tanto peculiar. Y es que, aunque terminaremos la misma volviendo a este pasaje, antes tocaremos otros temas, como algún aspecto de las promesas divinas, algunos errores exegéticos o de interpretación y algún error de actitud, pero antes me gustaría que meditéis en cuatro frases “trascendentales”:
¿Y a qué viene todo esto? Pues a que uno de los mayores errores en el que caemos los cristianos es el de la mistificación mal entendida de nuestro caminar con Dios.
Cuando Pablo escribe a los Corintios le dijo aquella famosa frase: “y para estas cosas, ¿quién es suficiente?”, en una clara afirmación de que nadie puede hacer la obra de Dios por sus propias fuerzas, no les está diciendo que todo el peso de la obra de Dios es responsabilidad del Espíritu Santo y que nosotros nos podemos limitar a orar y esperar, como algunos parecen deducir.
Es como si pensaran que como no somos suficientes, como nadie está capacitado por sí mismo para hacer la obra de Dios con poder y sin errores, entonces dejemos que Dios actúe y limitémonos a estar encerrados y a orar, en una especie de aposento alto perpetuo.
Y este no es un caso aislado, de hecho, la Biblia está llena de pasajes maravillosos algunos de los cuales han sido muy malinterpretados, y ello ha originado desastres en las vidas de muchos creyentes.
Así que hoy vamos a ver una de las consecuencias de esa mistificación mal entendida: la parálisis, y todo lo que ella conlleva, como la falta de madurez, la falta de fruto o la falta de gozo. Veamos algunos de estos versículos:
Hay muchos más pasajes de este estilo en la Biblia, pero estos ejemplifican muy bien la problemática.
¿Qué tienen en común todos ellos? La presunta inacción por parte del ser humano. Son pasajes que nos instan a esperarlo todo, pero a no hacer nada, a no responder, aparentemente.
Y si tomamos estos pasajes, y sin entenderlos de forma correcta, los sacamos de contexto y los aplicamos a cualquier área de nuestra vida y a cualquier circunstancia, no solo no obtendremos lo que pretendíamos, sino que llegará un día en el que, como le pasó al hermano del hijo pródigo, descubriremos que tuvimos todas las bendiciones y todas las victorias a nuestro alcance, pero que jamás movimos un dedo para tomar un cabrito y disfrutar con los hermanos delante de Dios.
Y lo curioso es que esto nos pondría al mismo nivel que los que tienen la osadía de ordenarle a Dios lo que debe hacer. Los unos porque se lo ordenan, pero los otros porque aunque no lo digan, lo piensan, y consideran que Dios está obligado a servirles mientras ellos se quedan tranquilamente tocándose la barriga.
Por supuesto que la bendición, que la sanidad, que el poder verdadero solo vienen de Dios, pero recordad que las promesas son pactos en las que ambas partes, Dios pero también nosotros, tienen algo que hacer.
Vamos a ver estos pasajes con un poco más de contexto.
Si echamos un vistazo a cualquier martirologio vamos a ver una lista interminable de personas que han dado su vida por el Evangelio. Es evidente que esas armas han prosperado. Asimismo, muchos de esos mártires iniciaron su proceso ante tribunales que los condenaron injustamente. Y es evidente que acabaron arrebatándoles su vida sin que nadie lo evitase.
¿Por qué esta discrepancia entre lo que dice esta “promesa”, y digo lo de promesa entre comillas, y lo que vemos en la vida de muchos siervos y siervas de Dios.
Pues por varios motivos. El primero es porque este pasaje no es tanto una promesa o pacto, sino una profecía de algo que acontecerá en un futuro.
No dice que si hacemos esto o aquello Dios hará que ganemos los juicios o las batallas. Lo que afirma es que algo concreto va a acontecer porque Él así lo ha establecido. Y punto.
El segundo motivo es porque esta una profecía específica para un tiempo y un grupo específico, y no para ser aplicada a todo tiempo o para una persona en concreto.
Y el tercero porque, incluso este pasaje comienza con una orden de acción.
En los primeros versículos del capítulo 54 el pueblo de Dios recibe la orden de “extender sus cuerdas, de ampliar sus tiendas”, y eso a pesar de referirse a ellos con la figura de una mujer que está sola que ha sido abandonada y que no tiene familia ni allegados con ella.
Resumiendo, este pasaje en modo alguno está diciendo que vamos a ser intocables y que nada ni nadie nos podrá parar, al menos desde un punto de vista físico, ni que podamos sentarnos tranquilamente a dejar pasar el tiempo y que todo se arreglará por sí solo, porque, insisto, es una profecía para un momento y generación concretos.
¿Entonces este pasaje no tiene ninguna enseñanza para nosotros? Por supuesto que sí. La primera es mostrarnos el poder y la omnisciencia de Dios. Todo está sometido a su voluntad y cuando Él actúe nada podrá impedirlo.
Y otra enseñanza muy importante que podemos aplicar a nuestras vidas es a trabajar en obediencia a su mandato, aunque no parezca que haya motivos para ello, y aunque nos advierta de que se levantará oposición, pues esta no podrá separarnos ni apartarnos de nuestro destino final en su presencia.
Nuevamente parece un texto que nos incita a no hacer nada. Estad quietos es una orden clara y no deja ninguna duda.
Y la afirmación de la siguiente frase es rotunda: Seré exaltado entre las naciones, enaltecido seré en la tierra.
Si tenemos que estarnos quietos y así su nombre será exaltado, la conclusión parece evidente: no hagáis nada, salvo orar, el Evangelio correrá solo por el mundo.
Y sin embargo no es esto de lo que está hablando este Salmo. La expresión “Estad quietos” no quiere decir estar inmóviles, significa “relajaos”.
De lo que está hablando este salmo es de confiar en Dios, de aprender a estar relajados en medio de las pruebas porque Él nos tiene bajo su cuidado.
Que el enemigo avanza, relájate y confía, que se te ha acabado la munición, relájate y confía, que están a punto de asaltar tu posición, relájate y confía. Si Dios te ha pedido que permanezcas firme en sus caminos, no salgas corriendo como pollo sin cabeza, porque eso no te va a salvar. Antes bien, confía y permanece y verás la gloria de Dios.
Hemos de aprender que nada ni nadie nos podrá arrebatar de su presencia y que Él es nuestro refugio. Y para ejemplo el siguiente pasaje:
Nuevo pasaje con trampa, y además varias.
La primera, que vuelve a ser una orden de Dios para un tiempo y lugar concretos.
Los reinos de Moab y Amón se levantaron en guerra contra el rey Josafat y traían consigo un gran ejército al cual Josafat no podía hacer frente. Ante la gran magnitud del ejército agresor todo el pueblo se vuelve a Dios en busca de ayuda.
Y Dios responde y les da órdenes muy concretas. Aquí sí que la palabra utilizada para “estar quietos” significa precisamente eso “estar quietos”, pero Dios les vuelve a decir que “se relajen”, algo en lo que ya había insistido antes cuando les comunicó que Él se iba a encargar del tema personalmente:
15 y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios.
Así que ellos podían estar tranquilos. Ahora bien, el versículo 17 tiene una segunda parte (y con ella la segunda trampa):
...salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros.
Hoy tenían que estarse quietos, pero al día siguiente tenían que salir a enfrentarlos. Y al amanecer del nuevo día ellos seguían siendo pocos y los adversarios muchos, pero fueron fieles y obedecieron.
20 Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa. Y mientras ellos salían, Josafat, estando en pie, dijo: Oídme, Judá y moradores de Jerusalén. Creed en Jehová vuestro Dios, y estaréis seguros; creed a sus profetas, y seréis prosperados.
22 Y cuando comenzaron a entonar cantos de alabanza, Jehová puso contra los hijos de Amón, de Moab y del monte de Seir, las emboscadas de ellos mismos que venían contra Judá, y se mataron los unos a los otros.
23 Porque los hijos de Amón y Moab se levantaron contra los del monte de Seir para matarlos y destruirlos; y cuando hubieron acabado con los del monte de Seir, cada cual ayudó a la destrucción de su compañero.
24 Y luego que vino Judá a la torre del desierto, miraron hacia la multitud, y he aquí yacían ellos en tierra muertos, pues ninguno había escapado.
Fue una orden concreta para una situación concreta, por ello este pasaje no se puede aplicar de forma indiscriminada para cualquier situación y esperar que se cumpla. En todo caso se puede aplicar a una situación particular siempre que se cuente con una convicción profunda, real y confirmanda de parte del Espíritu Santo
En todo caso, este pasaje nos muestra la importancia de aprender a confiar en Dios y de no poner nuestra confianza en las propias fuerzas.
Dios sabe lo que tiene que hacer, cómo y cuándo. Nuestra parte es descansar en Él, ya sea que nos quedemos quietos o que tengamos que salir a campo abierto para enfrentar a un enemigo muy superior en fuerza.
Y esto nos lleva al siguiente pasaje “introductorio”:
Nuevamente se trata de un versículo mal entendido. En ningún caso Jesús está diciendo que los cristianos deben ser personas apocadas o que deben quedarse paralizadas ante las agresiones o la persecución.
Lo que Jesús nos está diciendo es que no debemos reaccionar como lo haría una persona “normal”, sino como lo debe hacer un verdadero hijo o hija de Dios, sin miedo ni temor.
Imaginaos que un individuo va donde otro, y sin mediar palabra le da un puñetazo. A todo ello, el agresor no sabe que el agredido es campeón mundial de boxeo.
El boxeador puede hacer dos cosas, repeler la agresión o soportarlo para no herir a un agresor al que podría hacer mucho daño si quisiera.
Jesús nos dice que debemos soportar porque nosotros somos hijos de Dios y también podemos hacer mucho daño.
Y no hace falta llegar al extremo del apóstol Juan, de pedir que descienda fuego del cielo para destruir a los adversarios o al del profeta Eliseo cuando maldijo a unos que se burlaban de Él y dos osos mataron a 42 de ellos. Para dañar una vida, o muchas, basta con que no hagamos lo que debemos hacer.
Si hacemos un uso indebido de la fuerza podemos alejarlo para siempre de Dios, y si nos apartamos de él para evitar el segundo bofetón estaremos impidiendo también que la Palabra de Dios pueda llegar a su vida. Y lo estaremos dañando a él y a nosotros mismos.
Lo que nos está diciendo Jesús en este pasaje no es que seamos pasivos, lo que nos está ordenando es que no rehuyamos los problemas, que seamos valientes y continuemos haciendo siempre lo que es justo sin importarnos las consecuencias.
Solo así obtendremos nuestro galardón.
La de la acción confiada y persistente.
Y ojo, porque como hemos visto no hacer nada, pero porque los has decidido así, también es una acción.
Lo que es inadmisible en un cristiano es no hacer nada para ver si Dios mismo u otro hermano o hermana hacen algo, y de mientras dejar pasar el tiempo, mientras la situación empeora y las personas mueren.
Jesús y el Espíritu Santo nos han dejado instrucciones precisas de lo que se espera de nosotros:
Esperan acción, esperan que seamos colaboradores activos en la tarea de mostrar al mundo el amor de Dios y su justicia. Dios podía haber usado ángeles, pero quiere que seamos nosotros los instrumentos para llevar adelante su obra.
Por eso en la epístola a los Hebreos, el Espíritu Santo nos enseña que es responsabilidad nuestra despojarnos del pecado, desvestirnos de nuestra vieja naturaleza.
No podemos esperar inmóviles a que Dios elimine en nosotros toda tendencia al pecado. No podemos pretender que los hermanos sean los responsables de evitar que caigamos.
Tenemos una responsabilidad ante Dios y ante los hombres y esa responsabilidad debemos asumirla.
Por supuesto que con su ayuda, pero somos nosotros los hemos de dar los pasos necesarios.
¿Difícil?, por supuesto. Hemos de combatir y hemos de resistir hasta el final, pero tenemos a nuestro alrededor personas que han llegado hasta ese final siendo fieles y nos han mostrado que, puestos los ojos en Jesús, es posible.
Solo así podremos emprender la marcha, con paciencia, con confianza y con gozo, descansando en Dios y enfrentando los problemas con esperanza y con la certeza de que nuestras luchas y tribulaciones serán contadas por victorias el día en el que lleguemos a la presencia de nuestro Señor. Entonces será cuando veamos el fruto de un trabajo fiel y podamos disfrutar de ello.
Así que relájate, limpia tu vida, asume tu responsabilidad y sirve a Dios con fidelidad, sabiendo que tu recompensa te está esperando.
Y de mientras, y en medio del esfuerzo, también verás como siempre habrá un tiempo para ti, de descanso y de fiesta, en la presencia de Dios.
Para terminar me gustaría dejarte dos frases.
La primera de Agustín de Hipona y ya la habéis oido: Ora como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti.
Y la segunda de una hermana muy querida que ya está en la presencia de nuestro Señor: Dios tiene grandes cosas para sus hijos, verás cómo sí.
Que Dios te bendiga
Fotografía por Hussain Badshah en Unsplash
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