En el Valle de Sombra de Muerte
Un Mensaje de Esperanza en la Adversidad
Cuando estás intentando hacer la voluntad de Dios es normal que vengan oposición y pruebas, ante las que podemos esperar consuelo, refugio y apoyo en nuestro Señor.
Entonces, ¿por qué hay veces en las que la oposición parece venir del mismo Dios y la única respuesta obtenida es un estruendoso silencio, como si estuvieras abandonado en un Valle de Sombra de Muerte?
Y eso a pesar de poner todo el cuidado y el esfuerzo en caminar con Dios correctamente y de tener hermanos y hermanas que te apoyan en oración.
Sin embargo, esos tiempos de adversidad van a llegar, tarde o temprano a nuestras vidas. ¿Por qué? Porque nuestro Padre, en su sabiduría, ha determinado que nos es necesario.
Por eso es importante estar preparados para esos momentos y recordar, siempre, que estamos bajo su guía, cuidado y protección, y que no hay valle de sombra de muerte que nos pueda ocultar de su vista.
Y este es el objetivo de este libro, recordarte que habrá tiempos en tu vida en los que llegarás a sentirte perdido y olvidado, cuando en realidad estás en el camino correcto y bajo la atenta mirada y cuidado de nuestro Señor.
A lo largo de sus páginas nos sumergiremos en las vidas de Job, David, Jeremías, María, Pedro, Pablo y, cómo no, de nuestro Señor, y veremos cómo atravesaron sus valles y qué podemos aprender de sus experiencias, con el objetivo de que encuentres la inspiración necesaria para superar los problemas y la adversidad y seguir adelante.
Porque, de verdad, seguir hasta el final en los caminos de Dios merece la pena.
Visita la página de Amazon y echa un vistazo al contenido de En el Valle de Sombra de Muerte
Opiniones de lectores
Un Pasaje de «En el Valle de Sombra de Muerte»
La negación de Pedro
El otro episodio que vamos a estudiar, quizá el más duro de su vida, fue aquel en el que negó a Jesús.
Hemos visto que Pedro era alguien que se mostraba activo, impetuoso, incluso agresivo (como descubrió Malco cuando fueron a arrestar a Jesus), pero también era alguien inseguro. Dependía de cómo se sentía en cada momento.
Él estaba dispuesto a cualquier cosa por Jesús; si había que ir a la cárcel se iba, y si había que morir por Cristo estaba dispuesto. Así que cuando Jesús le dijo a Pedro que iba a renegar de Él, y que no lo iba a hacer una sola vez sino hasta tres, es probable que Pedro se sintiese confundido y, quizá, un poco ofendido (Lucas 22:33-34). ¿Cómo podía dudar Jesús de su lealtad.
Sin embargo, como podemos ver en los cuatro Evangelios, Jesús, como siempre, tenía razón. Vamos a seguir este episodio de su vida usando el Evangelio de Lucas (22:54-62).
En este pasaje vemos que, aunque los demás discípulos habían huido, Pedro se atrevió a seguir la escena e intentó acompañar a su Señor.
Primero lo hizo desde lejos, ocultándose e intentando pasar desapercibido, pero poco a poco fue arriesgándose más y más, hasta que termino sentado junto con el resto de la gente alrededor de un fuego en el patio del sumo sacerdote.
Solo a Pedro se le ocurriría meterse en la misma boca del lobo, pero él estaba dispuesto a cumplir su palabra de estar con Jesús hasta el final. O al menos esa era su intención.
Porque, de repente, una mujer le reconoce como uno de los que estaban en el grupo de Jesús. Entonces Pedro, el intrépido, el osado, el autosuficiente Pedro, tiene miedo y niega formar parte del grupo o conocer a Jesús.
Nadie le discute y parece que la cosa se calma. Sin embargo, cuando ya parecía que habían dejado de fijarse en él, otro de los presentes vuelve a señalarle y a decir que él era uno de los seguidores de Jesús. Vuelve a negar con violencia y vuelven a dejarle en paz.
Así que allí tenemos a Pedro, aunque parece que ya no era ese Pedro seguro de sí mismo. Un Pedro expectante de lo que puede pasar con Jesús, pero, a la vez, temeroso de ser descubierto.
El tiempo va pasando y él se va relajando poco a poco. Conociendo a Pedro es seguro que no pudo mantenerse callado mucho tiempo y empezó a hablar con la gente. Esa fue su perdición, porque una hora más tarde alguien vuelve a decir que debía ser del grupo de Jesús, “porque era galileo”. Su acento le estaba delatando.
Pedro se asusta y vuelve a perjurar y negar otra vez, una tercera vez, conocer o seguir a Jesús. Entonces el gallo cantó. Y mientras esto ocurría Jesús se vuelve y mira a Pedro.
Pedro siente como esa mirada amorosa de Cristo, sin reproche ni condena, se introduce hasta lo más profundo de su alma. Entonces sale fuera y llora.
No lloraba por miedo a la gente, ni siquiera lloraba por la negación en sí misma; lloraba porque quizá fue consciente, por primera vez, del increíble amor de Dios y de lo inmerecido del mismo. Porque aún en medio de su traición Jesús seguía amándole…