Cuando nos acercamos a Dios descubrimos que nuestro destino no es una cuestión de azar, sino que hemos sido creados en Cristo Jesús para buenas obras.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas (Efesios 2:10).
A la inmensa mayoría nos aterra tomar decisiones.
Porque, salvo en muy contadas ocasiones, es muy difícil predecir el resultado exacto de dichas decisiones. Elegir profesión, elegir pareja, elegir, incluso, el color de tu coche… Pero es algo que todos debemos hacer cada día, empezando por la terrible decisión de levantarse ya o seguir en la cama 5 minutos más.
Ahora bien, ¿sabías que estamos más acostumbrados de lo que crees a tomar decisiones?
Según un estudio de Huawei, a lo largo de un día normal tomamos más de 35.000 decisiones.
Sí, has oído bien, 35.000 decisiones. Sorprendente, ¿verdad?
Lo que ocurre, es que solo somos conscientes del 0,26% de las mismas. En otras palabras, a lo largo del día solo tomamos unas 100 decisiones de forma consciente, o al menos eso creemos. El 99,76% de decisiones restantes las toma nuestro cerebro de forma automática.
Cosas como dar al intermitente, agarrarte a un pasamanos, caminar mientras hablamos con otra persona, decir “perdón” cuando te tropiezas con alguien, son cosas que nos salen de forman instintiva. O al menos debería.
Porque son cosas que están arraigadas en nuestra naturaleza. Por ello una persona educada es difícil que no ceda el paso a otra, y una persona mentirosa mentirá sin inmutarse lo más mínimo.
De ahí que Jesús, en el evangelio de Lucas capítulo 6 y versículo 45 dijera:
El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.
Y ese tesoro lo vamos haciendo cada día con nuestras decisiones, con nuestras elecciones.
Ahora bien, podrías pensar que, si de las 35.000 decisiones diarias, hay 34.900 que no controlas, ya que no eres consciente de ellas, ¿por qué se tiene que juzgar tu vida por esas escasas 100 que, además, pueden estar condicionadas por las que no controlas?
Bueno, parece una buena excusa, pero no es correcta.
Porque, en realidad, no son las 34.900 las que van a influir en las otras 100, sino que son las 100 decisiones conscientes las que van a condicionar a las otras 34.900.
Y, de hecho, incluso esas 100 dependen de una sola decisión: Seguir a Dios o rechazarle.
Veamos que nos dice la Epístola a los Efesios, en el capítulo 2 y versículo 10:
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Creados para Dios
El ser humano ha sido creado para dar gloria a Dios. Y Dios preparó todo para que pudiésemos llegar a alcanzar dicho objetivo.
Pero la primera decisión importante de la humanidad en el Edén fue no creer a Dios y alejarse de él.
Y a pesar de ello, Dios nos preparó un plan B para que pudiésemos alcanzar este objetivo. Envió a Cristo para pagar nuestra deuda y darnos una nueva oportunidad.
Ya hemos visto las consecuencias de aquella primera mala decisión: guerras, enfermedades, dolor, muerte…
Así que la decisión más importante que vas a tomar en tu vida es elegir entre alcanzar aquello para lo que fuiste creado y pasar la eternidad en la presencia de Dios, o rechazarlo todo, alejarte de Dios y terminar en el infierno.
Porque de esa única decisión dependerán todas las demás, y dependerá tu destino eterno.
Elige bien.
Que Dios te bendiga.
Foto de portada por Annie Spratt en Unsplash
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