Si hay un mensaje, de parte de Dios, que debemos tener presente y en el que meditar siempre es este: Buscadme y viviréis.

1 Oíd esta palabra que yo levanto para lamentación sobre vosotros, casa de Israel. 

2 Cayó la virgen de Israel, y no podrá levantarse ya más; fue dejada sobre su tierra, no hay quien la levante.

3 Porque así ha dicho Jehová el Señor: La ciudad que salga con mil, volverá con ciento, y la que salga con ciento volverá con diez, en la casa de Israel.

4 Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis; 

5 y no busquéis a Bet-el, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio, y Bet-el será deshecha.

6 Buscad a Jehová, y vivid… (Amós 5:1-6a)

Están siendo tiempos muy difíciles.

Pandemias, crisis climáticas, guerras…

Realmente, la vida es algo frágil y efímero, como nos recuerda el Salmista:

El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció, y su lugar no la conocerá más.

Salmo 103:15-16

Nos pasamos la vida luchando y esforzándonos por mejorarla.

Queremos tener una mejor posición, un mejor trabajo, una mejor formación, unos mejores ahorros…

Y no nos damos cuenta de que esto es, exactamente, lo mismo que hacíamos cuando no teníamos a Cristo en nuestras vidas.

Lo mismo que hace el mundo.

Y lo peor de todo, que a veces lo hacemos sin siquiera agradecer a Dios por lo que él ya nos ha dado, y por lo que nos evita.

Y nos olvidamos del mensaje de Dios: Buscadme y viviréis.

Al comienzo de la guerra en Ucrania, en uno de los informativos apareció un joven estudiante que había ido a Ucrania para estudiar una carrera.

Este joven ya se encontraba a salvo en Polonia, para iniciar la vuelta a su país. Pero cuando el periodista le preguntó cómo había sido su salida de Ucrania, el joven respondió que le habían tratado muy mal, que le obligaron a ir de pie más de 15 horas en un tren abarrotado en el que no se podía ni mover, y que esto le produjo problemas en las piernas.

¿En serio? ¿Te trataron mal porque te evacuaron a un lugar seguro mientras otros muchos se quedaron sufriendo y muriendo en ciudades arrasadas y cercadas?

Es triste, pero, a veces, hacemos lo mismo. Hemos dejado de ver a Dios como Señor para verlo como un simple proveedor. Ya no nos basta con que Dios nos salve, nos sane y nos otorgue su gracia y sus dones, ahora queremos que lo haga a nuestro gusto y manera.

Seguimos olvidando el mensaje de Dios: Buscadme y viviréis.

Ahora bien, ¿es malo querer mejorar? Por supuesto que no. Incluso Pablo, cuando escribe a los Corintios les dice en su primera epístola:

¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero también, si puedes hacerte libre, procúralo más.

1ª de Corintios 7:21

Querer mejorar es bueno, pero solo si se realiza desde la perspectiva de Dios. Por eso hemos de buscarle.

Amós

Amós era un hombre que se dedicaba a cuidar y guiar bueyes.

Era un hombre de campo y no había recibido más formación teológica que la que se impartía por los levitas al pueblo en general. Como él dice “no soy profeta ni hijo de profeta”.

Y sin embargo, Dios le llamó para anunciar su mensaje en un tiempo muy difícil para el reino de Israel.

Un mensaje de juicio y castigo, pero también de reconciliación.

El problema, para los israelitas, fue que no hicieron caso.

Ellos estaban muy centrados en sus metas, hacerse un reino fuerte y temido, aunque ello supusiera hacerles la guerra a sus hermanos del reino de Judá.

Y para ello, no dudaron en pasar por alto la ley que Dios les había entregado. Y se burlaron de las consecuencias de la maldición que conllevaba apartarse de ella.

Se creían los dueños de sus vidas. Por eso despreciaron el mensaje de Amós y le amenazaron para que callase. O, al menos, para que profetizase lejos.

Es como si le dijeran, “Si quieres entretenerte con esto por nosotros está bien, pero no molestes aquí”.

Y lo cierto es que Dios escuchó este “ruego” de los israelitas, como vemos en el capítulo 8 del libro de Amós, porque después de Malaquías hubo 400 años de silencio de parte Dios, en los que no hubo profeta en Israel, hasta Juan el Bautista.

Buscaban hacerse un nombre grande entre las naciones, sin darse cuenta de que ellos, junto con sus hermanos del reino del sur, habían sido escogidos por Dios para ser su pueblo.

Ninguna otra nación sobre la tierra tenía tal privilegio, pero a ello les parecía poco. Querían también el brillo y el lustre de la apariencia del mundo.

Buscadme y viviréis

Se olvidaron del mensaje de Dios: Buscadme y viviréis. Porque solo en Dios hay bendición, vida y honra.

Ya incurrieron en este tremendo pecado siglos atrás, cuando  pidieron a Samuel “tener un rey como las otras naciones” (1ª de Samuel 8).

Y aquí volvemos a ver lo peligroso de insistir en nuestros caminos y deseos, porque como en el caso del silencio profético que acabamos de ver, Dios también les concedió esta petición:

 …y el Señor le dijo:

«Atiende todas las peticiones que te haga el pueblo. No te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que yo reine sobre ellos. 

Están haciendo contigo lo que han hecho conmigo desde que los saqué de Egipto: me están dejando para ir y servir a otros dioses. 

Tú, atiende sus peticiones, pero aclárales todos los inconvenientes, y muéstrales cómo los tratará quien llegue a ser su rey.»

1ª de Samuel 8:7-9

Israel no quería que los gobernasen los hijos de Samuel, porque lo cierto es que se habían apartado de los caminos de Dios y eran unos corruptos. Pero no dejaron que Dios les ofreciera la alternativa, querían ser ellos los que escogieran la vía para arreglar el problema.

Y los caminos del hombre rara vez suelen ser los caminos de Dios. Con el problema añadido de que cuando caes en tus caminos, no hay quien te ayude a levantarte, porque Dios no está por allí.

Y no porque él no pueda estar, sino porque has decidido alejarte de Dios y rechazar su ayuda.

Por eso Amós les dice que saldrán 1000 y volverán 100, o que saldrán 100 y volverán 10. Y es que ellos iban en sus propias fuerzas, y se olvidaron de que, por bueno que seas, siempre habrá quien sea mejor que tú.

Pero Dios no quería que Israel fuese destruida, del mismo modo que Dios no quiere la muerte del impío ni quiere que nosotros seamos borrados de la faz de la tierra.

Por eso nos ofrece su alternativa, la única alternativa real que nos garantiza bendición y gozo: Volvernos a Él.

Israel quería conseguir lo que necesitaba por sus propios medios. Pero eso no iba a funcionar, porque en el mundo espiritual eso nunca funciona.

Por ello, nunca será buena idea intentar hacer tu vida fuera de los caminos de Dios, porque acabarás diezmado; ni poner la mira en las cosas del mundo, porque terminarás derrotado.

Y cuando surgen los problemas, la gente corre de aquí para allá sin que nadie la persiga, solo por el temor a que algo malo pueda llegar a pasar.

Gente que buscará protección en el Bet-el de trabajos interminables, o intentará entrar en el Gilgal de acuerdos poco éticos, o intentará pasarse a la Beerseba que le prometa prosperidad y seguridad, pero nada de eso les dará lo que esperan, porque solo en Dios encontraremos vida.

La Biblia ya nos advierte de que habrá guerras y rumores de guerras, por eso mismo debemos ser más conscientes que nunca de en quién hemos creído y en quién tenemos puesta nuestra confianza, y por eso es más importante que nunca que busquemos a Dios, porque solo en él hallaremos la vida.

Y, sobre todo, en estos tiempos difíciles que nos toca enfrentar, seamos ejemplo de amor y de generosidad con los necesitados, y seamos ejemplo de luz, no dejando que nadie nos arrebate lo que Dios nos ha dado.

No dejemos que nadie nos arrebate la paz de Cristo.

Que Dios te bendiga

Foto de Finding Dan | Dan Grinwis en Unsplash