Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. (Juan 17:20-22)
¡Qué bien nos conoce Dios!
A lo largo de toda la Historia, la falta de unidad ha sido uno de los mayores problemas del cristianismo.
Por encima, incluso, de las herejías.
Y hoy me gustaría meditar un poco sobre esto. Y no para abogar por una hipotética unificación de denominaciones o de ecumenismo.
No, sino de algo mucho más sencillo: respeto y consideración.
Arminianos o calvinistas; carismáticos o no carismáticos; cesacionistas o continuistas; pre, post y amilenilistas; dispensacionalistas y no dispensacionalistas… La lista se puede hacer interminable.
Y la última división es la de cristianos liberales y cristianos conservadores.
¿En serio?
En los tiempos de Jesús, y posteriores, bastaba con decir que eras cristiano y eso ya suponía tu condena de muerte por los opositores al cristianismo.
Hoy, para definirte tienes que decir que eres, por ejemplo, cristiano, protestante, arminiano, carismático, moderado, continuista, dispensacionalista, postmilenialista, etc. Y a esto añádele denominación y variante…
Demasiado largo para una tarjeta de visita.
Con el agravante, de que, ahora, las críticas te van a llegar desde la propia comunidad ¿cristiana? que piensa diferente a ti.
Y más teniendo en cuenta que la primera palabra, cristiano, si es cierta, ya debería ser suficiente. Porque o se es, o no se es.
Suficiente para saber que compartimos una misma esperanza, un mismo Padre, un mismo Cielo, un mismo Redentor.
Suficiente para saber que tenemos el deber de amarnos, respetarnos y apoyarnos.
Suficiente para saber que no hay lugar a la condenación ni a la descalificación, sino que, cada uno, debe trabajar con fidelidad a Dios allí donde Él te haya puesto.
Suficiente para saber que no somos más, ni menos, que nadie.
Sí, es muy probable que nuestras definiciones actuales de tipo de cristiano sean muy diferentes.
Y que , en aspectos secundarios, tengamos visiones distintas.
Pero si tú también piensas que Dios es tu Señor y Soberano; que Cristo es tu Redentor y Salvador; que nuestra vida ha de vivirse en humildad, santidad y obediencia a la Palabra de Dios; si buscas, con sencillez, crecer en el fruto del Espíritu Santo; y si tu anhelo es el de cumplir la voluntad de Dios para tu vida, entonces, ¿cuál es la diferencia?
Cierto es que debemos corregirnos mutuamente, pero el mandamiento nuevo que Jesús nos dio no es el de discutir y dividirnos, sino el de amarnos:
«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros (Juan 13:34-35)».
Nos vemos.
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