El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.
Lucas 4:18-20
Que nadie me malinterprete. Por supuesto que hemos de advertir de las consecuencias del pecado.
Y tampoco estoy hablando de predicar un Evangelio exento de lucha y sufrimiento.
Porque en la verdadera vida cristiana habrá de lo uno y de lo otro, junto con el gozo y las fuerzas para superarlo.
Sin embargo, es curioso comprobar que, cuando Jesús comenzó su ministerio no lo hizo con una condena generalizada al mundo. Que podría.
No. En su primera predicación pública Él nos habla de restauración.
Cierto que hay mucha gente que vive en abierta oposición a Dios, tanto incrédulos como creyentes. Y, en estos casos, sí puede ser pertinente una amonestación severa.
Pero hay muchas otras personas que lo que tienen es oscuridad en sus vidas. Y lo saben. Y no les gusta.
Quieren una salida a su vida gris. Y lo que muchas veces les llevamos no es un mensaje de esperanza ni de sanidad, sino de condenación.
Cristo vino para «buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10), y no para terminar de condenarlo.
Y vino para predicar el año agradable del Señor.
Cuando Jesús tuvo que intervenir en el caso de la mujer adúltera su veredicto fue: «…ni yo te condeno; vete, y no peques más» (Juan 8:11).
Ya habrá tiempo para condenar, pero no era ese.
Ella era consciente de su situación, y seguramente no le agradaba.
Se sabía quebrantada, oprimida y cansada.
De hecho, ni siquiera intentó escapar cuando sus agresores empezaron a marchar.
Quería acabar con todo aquello, por eso esperó.
Ella no necesitaba más condenación, necesitaba una salida. Y Jesús se la dio.
Por eso, cuando lleves el mensaje del Evangelio a otros, recuerda que muchos de ellos ya saben que viven en una antesala del infierno.
Algunos quizá estén a gusto en ella. Ellos sabrán, es su decisión.
Pero a los demás, compárteles el mensaje de esperanza.
Predícales el año agradable del Señor.
Nos vemos.
Imagen de portada por Elijah O’Donnell en Unsplash
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