Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (Juan 15:1-3)
Una de las cosas que más nos cuesta aceptar es el concepto del perdón de Dios sólo por gracia.
Es algo tan grande e importante que es fácil caer en la tentación de querer aportar algo de nuestra cosecha en este proceso de limpieza.
Y ello porque nos sentimos indignos de un regalo de tal magnitud y queremos pensar que nos lo hemos ganado un poco.
Sin embargo, la Biblia nos recuerda que nada de lo que podamos hacer puede llevarnos a ganar el perdón de Dios.
Es su amor lo que nos abre la vía del perdón.
Es el sacrificio de Cristo en la cruz el que nos redime.
Es su Palabra, obrando en nuestras vidas por medio del Espíritu Santo, la que nos limpia y santifica.
Nuestra única parte es aceptar ese regalo con humildad y gratitud, y vivir conforme a la importancia del don recibido.
Y, si en algún momento el acusador quiere hacerte sentir indigno, trayendo a la memoria tu pasado, recuerda que Dios ya te ha limpiado y te está preparando para dar fruto.
Imagen de portada por Bill Williams en Unsplash