Todos los seres humanos tienen fe. La cuestión es fe, ¿en qué o en quién?
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11:1).
Es curioso comprobar que la fe es un atributo universal.
No importa si tienes creencias religiosas o no. Todas las personas hacen uso de la fe. Pero cuando analizamos sus declaraciones me surgen dos dudas, ¿Cuál es su definición de fe? Y, fe, ¿en qué o en quién?
Por ejemplo, los deportistas tienen fe en la victoria. Los políticos confían en lo adecuado de sus planteamientos, y las empresas tienen fe en sus planes de crecimiento.
Unos confían en sus posibilidades y sus capacidades para derrotar a sus adversarios. Los otros tienen fe en lo idóneo de sus programas políticos. Y los últimos confían en la fórmula de reducir costes y producir mejor y más barato que su competencia.
El problema es que, a una final van dos contendientes y uno va a salir derrotado, todos los gobiernos acaban derrotados en las urnas, y de todas las empresas que compiten por un sector solo una logra ser la dominante, y eso por un tiempo.
Así que me temo que tenemos un problema con su definición de fe.
Definición de fe
En el mejor de los casos habría que rebajarla a “una cierta probabilidad estadística”, cuando no a un simple deseo.
En otros casos no se puede hablar de fe, sino de fuerza. Tienes a los mejores jugadores del mundo y has conseguido que jueguen conjuntados. Es muy poco probable que un equipo inferior te gane. Salvo que hagas un muy mal planteamiento táctico.
Sun Tzu, en su libro “El arte de la guerra” escribió:
‘Si no conoces ni al enemigo ni a ti mismo, perderás todas las batallas; si te conoces a ti mismo, pero no a tu enemigo, ganarás unas batallas y perderás otras; pero si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no deberías temer el resultado de mil batallas‘.
Muy interesante y motivador este Sun Tzu, sin embargo, esto tampoco es fe. Ni esto funciona siempre, y si no que se lo pregunten a Nadal y Djokovic.
Porque la verdadera fe es algo muy distinto. No se trata de probabilidades. Tampoco se trata de deseos. Ni se trata de dominio sobre los demás.
La fe, insisto, es algo muy distinto.
Vamos a ver la definición de fe que encontramos en la Epístola a los Hebreos, capítulo 11 y versículo 1:
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
La verdadera fe, es una certeza absoluta. Quien tiene fe no dice: ‘confío en que vamos a obtener la victoria’. Quien tiene fe afirma: ‘¡Ya hemos vencido!’.
Pablo no dice que ‘seremos más que vencedores en Cristo’. Pablo afirma: ‘somos más que vencedores’.
Y Pablo no expresó el deseo de que nada pudiera separarnos del amor de Dios. Pablo afirmó: ‘Nada podrá separarnos del amor de Dios‘. Él no sabía lo que vendría en el futuro, pero sabía que cualquier ataque ya estaba vencido en Cristo.
Deseo o esperanza
Por otro lado, la fe tiene que ver con lo que se espera, no con lo que se desea.
Y la diferencia es sutil, pero decisiva.
En una parada del metro esperamos la llegada del convoy, no deseamos la llegada. Y es que el deseo es algo que se anhela, pero que no se sabe si se alcanzará o no. Por contra, lo que se espera es algo que aún no se tiene, pero que se sabe que va a ocurrir.
En el mundo se desea la victoria y el éxito. Pero los cristianos esperan la venida de Cristo.
Puedes pelear y esforzarte por el éxito, pero nunca tendrás la certeza de poder lograrlo.
Sin embargo, en Cristo tenemos la certeza de que él va a regresar a por su pueblo.
No depende de nuestras fuerzas ni de nuestra habilidad. Es Cristo quien ha tomado la decisión. Nosotros solo debemos mantenernos firmes en la fe.
Mientras tanto sufriremos problemas y adversidades, y es natural y legítimo el deseo de ser librados de ellos. Sin embargo, la fe nos dice que estamos en sus manos y que podemos confiar en su misericordia y sabiduría.
Es lo que expresó Jesús en Getsemaní:
‘Padre, si es posible pase de mi esta copa, pero no sea como yo quiero, sino como tú’ (Mateo 26:39).
Porque la fe sabe que si Dios permite que estemos viviendo esa adversidad es para asegurar nuestra victoria.
El objeto
Finalmente, la fe tiene que ver con el objeto de la misma.
El hombre natural confía en sus propias capacidades. Sun Tzu lo expresó muy bien. Pero se olvidan de que los tiempos están en las manos de Dios, y el plan mejor preparado se puede ir al traste por una simple lluvia.
Ellos confían en carros y caballos, pero nosotros confiamos en Dios, como David ante Goliat o como Eliseo ante los profetas de Baal. La obra no depende de nosotros. Depende de Dios.
Puede que no podamos ver a Dios, pero él ha cambiado nuestras vidas. Puede que no podamos ver nuestro futuro, pero sabemos que está al lado de Dios. Y aún no hemos recibido nuestra corona, pero sabemos que está esperándonos en los cielos.
Así que cuando Dios te lleve a enfrentar retos no mires tus capacidades, ni la fuerza de tu adversario. Mira a Dios, escucha sus palabras, ten fe en él y espera en él, y recibirás lo que Dios tiene para ti.
Que Dios te bendiga.
Foto de Matt Duncan en Unsplash
En el Valle de Sombra de Muerte
A lo largo de nuestras vidas, todos vamos a pasar por valles de oscuridad y dolor.
Pero la Palabra de Dios da ánimo, y nos muestra cómo seguir adelante en dichos momentos, y vencer.