Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús (Filipenses 4:6-7).
Hay dos cosas que a la mayoría nos molesta terriblemente, tener que esperar y tener que pedir ayuda.
Si analizamos nuestros comportamientos nos daremos cuenta de que cada vez tenemos menos paciencia.
Nada hay que nos enfade más que llegar al médico o a un restaurante y tener que esperar. Y más aún si has reservado cita.
Los libros tienen cada vez menos páginas y los vídeos que más se ven en redes sociales tienen menos de tres minutos. Hasta Aliexpress está trabajando para entregar los pedidos, a cualquier lugar del mundo, en menos de tres días, porque, de lo contrario, las ventas disminuyen.
Y si nos vamos a navegar por Internet entonces la cuestión ya es increíble. Por poner un ejemplo, si una página tarda más de 10 o 12 segundos en cargar la inmensa mayoría de la gente abandona el sitio.
E incluso, si los párrafos son muy largos, la gente pasa por encima de ellos.
Y con respecto a lo de pedir ayuda… tampoco vamos mucho mejor.
Nos gusta mostrar siempre nuestro mejor aspecto y dar la sensación de que somos unos triunfadores, porque ser un perdedor está muy mal visto. Y porque admitir nuestra necesidad de ayuda implica reconocer que no somos tan dueños de nuestra vida.
Hace poco cambié de compañía de teléfono y tuve que ir a una tienda para devolver el router; y en el tiempo que pasé en aquella tienda vi algo muy interesante. Todos los clientes que estaban delante pedían siempre el teléfono de gama más alta de los que les ofrecían.
Quizá luego no tengan donde caerse muertos, pero si lo hacen lo harán con un móvil de última generación.
Y si a esta tensión por parecer triunfadores le unimos los problemas que ha provocado la Covid-19, obtenemos un cóctel demoledor.
España está entre los países con mayor crecimiento de casos de depresión de toda Europa. Y es el que tiene el mayor consumo per cápita de antidepresivos.
Terrorífico.
Pero Dios tiene respuesta a esta situación.
Una respuesta que nos llena de esperanza y que encontramos en la epístola a los Filipenses, capítulo 4 y versículos 6 y 7:
Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
El apóstol Pablo nos enseña que solo hay una forma de alejar de nosotros el afán y la ansiedad, y esta no es otra que presentar nuestras necesidades ante Dios y darle gracias por su decisión y provisión, cualquiera que sea esta. Porque solo así podremos encontrar su paz.
Y es que Dios quiere que aprendamos a descansar en Él. Y no porque nos quiera convertir en seres indolentes, sino porque solo cuando nuestros corazones y nuestros pensamientos permanecen centrados en Cristo es cuando podremos derrotar la adversidad.
Pero esto solo ocurrirá cuando aceptamos que Dios tiene su tiempo perfecto para mostrarnos su respuesta y tiene un plan perfecto para nuestras vidas. Aunque en un primer momento puede que no lo entendamos.
Por ello, si estás peleando por conseguir pronto tus sueños, y de hacerlo por tus propios medios, y si estás viendo como la ansiedad o la depresión se están apoderando de tus pensamientos, párate y vuélvete a Dios, y decide confiar en él.
Porque solo cuando te despojas de tu orgullo y arrogancia, y decides pedir y aceptar su ayuda, sentirás cómo tu vida se llena de su paz, descubrirás su plan para ti y verás el poder de Dios obrando en tu vida.
Que Dios te bendiga.
Imagen de portada de Luis Villasmil en Unsplash