Paz. Es algo que la humanidad busca con anhelo. Pero solo en Cristo se encuentra la verdadera paz.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados (Isaías 53:5).
“Quien no tiene padrino no se bautiza”
Hace tiempo que escuché este refrán que, a pesar de lo poco que me gusta, es terriblemente certero.
Se habla mucho de que estamos en una sociedad de la meritocracia, que no importa tanto quién eres o los títulos que tienes, sino lo que eres capaz de hacer con eso que tienes, y bla, bla, bla.
Pero lo cierto es que si miras quienes están al frente de muchas empresas, entidades u organizaciones, las decisiones que toman, o las afirmaciones que realizan, no te queda más remedio que poner todo lo anterior en duda.
Algunos ejemplos.
Si quieres que algo se venda bien tienes que conseguir que lo promocione el famoso o famosa de turno. Si lo logras no importará si el producto es bueno o malo. El caso es que se venderá, al menos por un tiempo.
En las campañas electorales no importa la calidad o solvencia del programa político, sino dar buena imagen ante la cámara, y conseguir los apoyos de la gente adecuada.
Y si quieres que no se metan contigo, procura hacerte amigo de alguien importante. Porque si cuentas con buenos resortes, no importa lo que hagas, porque siempre encontrarán alguna salida para ti. Salvo que robes más de la cuenta.
Así que, lamentablemente, en esta sociedad el que no tiene padrino no se bautiza, y el que tiene padrino sí.
Este es el terrible mensaje que se está transmitiendo a la sociedad y que está calando hasta los huesos.
Dios, ¿es Padre o padrino?
Y ello está haciendo que, incluso, los que creen en un Dios vean a ese Dios como algo similar. De modo que llegan a pensar que, si consiguen ganarse el favor de Dios, podrán vivir su vida a su manera y tranquilos.
Esto es lo que, de alguna manera, hacían griegos y romanos en la época de Cristo. Presentaban ofrendas para agradar a los dioses y que les fueran propicios. O por lo menos que los dejaran en paz y no los persiguieran con calamidades.
Luego ellos volvían a sus vidas de siempre para hacer lo que mejor les pareciera.
Y como te decía, hay quien piensa que con Dios se puede hacer lo mismo. Entrega unos donativos más o menos cuantiosos, aparece por una iglesia de vez en cuando, y listo. Con eso ya cree que se ha ganado el cielo.
Dios es santo
Pero existe un problema. Dios es Santo. Y nada que no sea santo podrá estar ante su presencia.
Si nos vamos al Antiguo Testamento veremos que las ofrendas que había que presentar a Dios debían ser perfectas, porque, de lo contrario, serían rechazadas.
Y dado que no existe un solo ser humano perfecto, nadie podrá estar en la presencia de Dios por sus propios esfuerzos.
Buenos, en realidad si hubo un ser humano perfecto, alguien quien se presentó ante Dios y asumió el castigo de nuestros pecados y el pago de nuestra liberación: Jesús.
Veamos que nos dice el libro del profeta Isaías, en el capítulo 53 y versículo 5:
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Cristo pagó el precio de nuestra paz
No hay nada que nosotros podamos hacer para ganarnos el favor de Dios. No hay donativo suficientemente grande como para pagar la “multa” por nuestra ofensa a Dios, ni acción tan elevada que pueda hacer olvidar nuestro pecado.
El único que pudo pagar el precio fue Cristo. Y lo hizo por amor.
Y si aceptamos el sacrificio de Cristo, morimos a nosotros mismos y comenzamos a vivir para Dios, tenemos la certeza de que la mano de Dios estará siempre sobre nuestras vidas.
De esta forma su guía, su cuidado y su protección nos acompañarán a lo largo de nuestros días. Y tendremos la confianza de que, vivamos lo que vivamos, será siempre el plan perfecto de Dios para nosotros.
Cristo pagó por nuestras rebeliones y asumió nuestros pecados. Esto es lo único que nos abre el acceso a Dios. Nadie que no sea justificado por Cristo podrá permanecer en su presencia por toda la eternidad.
Pero es que, además, Cristo ganó la paz de Dios para nosotros y fuimos sanados por Él.
Esto implica que los días que vivamos en esta tierra podremos vivir seguros y confiados, a pesar de las circunstancias, y con la certeza de que nuestros días aquí no va a terminar antes de tiempo, por mucho ataque que nuestro adversario lance contra nosotros.
Cristo es el ejemplo de la verdadera meritocracia. Si hoy podemos vivir en paz con Dios es porque Cristo la ganó para nosotros con su entrega y su muerte.
De modo, que ya no necesitamos padrinos, porque en Cristo somos hechos hijos de Dios, y ahora tenemos un Padre que nos ama.
Que Dios te bendiga.
Foto de portada por Ben Allan en Unsplash
En el Valle de Sombra de Muerte
A lo largo de nuestras vidas, todos vamos a pasar por valles de oscuridad y dolor.
Pero la Palabra de Dios da ánimo, y nos muestra cómo seguir adelante en dichos momentos, y vencer.