Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? (Mateo27:46)
Cuando estamos pasando por pruebas difíciles, cuando la tribulación golpea nuestra vida, cuando el frío inunda nuestra alma y la oscuridad nos rodea, es fácil llegar a sentirse solo y desamparado.
En tales circunstancias se nos hace complicado sentir la presencia de Dios, y las palabras de Jesús en la cruz «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» vienen con rapidez a nuestra mente, porque nos sentimos así.
Sin embargo, esto no es algo real.
Jesús sintió el abandono de Dios porque en la cruz cargó con todos nuestros pecados, con nuestra culpa, y sufrió la consecuencia de esa culpa: la separación de Dios.
Y lo hizo para que tú ya no tengas que volver a sentirte así, nunca.
Sé que es difícil. Sé que es duro y complicado de aceptar, pero cuando te sientas desamparado recuerda las palabras de nuestro Señor: «…he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Él siempre estará junto a ti.
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