Cuando creas que tus limitaciones te conducirán al fracaso, recuerda las palabras de Dios: «Bástate mi gracia».

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo (2ª Corintios 12:9).

¿Alguna vez has estado al lado de una persona triunfadora? Seguro que cuando eso te ha ocurrido lo has notado en seguida. 

Porque, si algo caracteriza a la gente triunfadora, es que tiene pinta de gente triunfadora.

Tienen seguridad y confianza en sí mismos. Expresan sus opiniones con rotundidad, sin importarles causar controversia. Incluso sus ademanes son poderosos. Simplemente, son ellos.

Y es que en todas las culturas y sociedades tienen un estereotipo de persona triunfadora. Y si tú quieres ser reconocido como tal, debes procurar encajar en dicha definición.

Incluso aunque no hallas conseguido ningún logro importante.

Si insistes lo suficiente, y transmites esa imagen de triunfador una y otra vez, los demás acabarán creyéndote un triunfador o triunfadora, y terminarás con una cohorte de seguidores que aceptarán todo lo que digas e imitarán todo lo que hagas.

Influencer

Esto es lo que ahora se conoce como influencer. Y en el mundo cristiano, a veces, esto acaba colándose.

Individuos que, a base de insistir y moverse, han conseguido elevar a verdad absoluta lo que no son sino opiniones u ocurrencias personales.

Y han creado a su alrededor una masa de seguidores que apoya sus postulados ciegamente, y los defienden como si en ello les fuera la propia vida eterna.

Seguidores de los que, por otra parte, apenas conocen ni uno solo de sus problemas. Porque estos seguidores solo son una molestia que hay que soportar para que sus palabras lleguen más lejos.

Hace muchos años tuve un problema con alguien que se comportaba así. Hablaba con tal autoridad y confianza que, al principio, me dejaba descolocado y hasta me hacía dudar de si lo que yo había estudiado era correcto.

Pero poco a poco Dios me fue guiando a entender que era solo su actuación lo que me dejaba confundido. Cuando analicé con calma sus afirmaciones me sorprendí de cómo había podido engañarme tanto con unas afirmaciones tan completamente erradas y sacadas de contexto.

Pero lo cierto es que nuestro adversario siempre va a presentarse como alguien que aparenta mucho poder.

Goliat intentó amedrentar a David; los discípulos temieron ante el mar embravecido; incluso Satanás se presentó ante Jesús como alguien que tenía el poder de darle la gloria de este mundo.

Pero ninguno tenía ese poder que aparentaba. Porque Dios es el único que tiene todo el poder, y es el único que merece la gloria. Y si tú le aceptas como señor de tu vida, él siempre estará a tu lado para protegerte.

Por ello, no es a nosotros a quienes debemos hacer volver la mirada de los demás, sino a Cristo. Él es el triunfador. Nosotros somos vencedores solo si permanecemos en él.

Bástate mi gracia

Esto lo aprendió muy bien el apóstol Pablo. Según se cree, el aguijón en la carne que llevaba podía ser alguna secuela de una enfermedad o lesión en los ojos, que le hacía aparecer como enfermizo y poco agraciado.

Pablo le pidió a Dios que le quitase ese problema, pero se encontró con la sorprendente respuesta de Dios que encontramos en la 2ª epístola a los Corintios, capítulo 12 y versículo 9:

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.

Pablo entendió, perfectamente,  que los cristianos no estamos en este mundo para parecer personas triunfadoras, sino para mostrar al mundo el triunfo de Cristo.

No es a nosotros a quienes los demás deben seguir, sino a Cristo. Y si nos siguen, que sea porque nosotros estamos mostrándoles el camino de la fe. Esto es lo que significa ser un verdadero influencer.

Por eso Pablo dejó de preocuparse por parecer una persona triunfadora, y comenzó a mostrarse como la persona débil que era.

De esta forma se hacía evidente a todos que la luz que brillaba en él solo podía entenderse como una luz divina, y que el poder que manifestaba solo tenía sentido si era algo que provenía del mismo Dios.

Y es que todos nosotros somos seres imperfectos llamados a hacer la perfecta obra de Dios. Y esto solo es posible cuando Cristo es nuestra fuerza y el centro de nuestras vidas.

Así que vivamos para presentar a Cristo con nuestras vidas, porque cuando Cristo es exaltado ante el mundo a través nuestro, vidas son cambiadas, el cielo se goza, y el infierno se estremece.

Que Dios te bendiga.

Foto de portada por Ben White en Unsplash

En el Valle de Sombra de Muerte

A lo largo de nuestras vidas, todos vamos a pasar por valles de oscuridad y dolor.

Pero la Palabra de Dios da ánimo, y nos muestra cómo seguir adelante en dichos momentos, y vencer.