A lo largo de nuestras vida vamos a afrontar dificultades y adversidades, pero Dios es fiel, y estará siempre a nuestro lado.

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar (1ª Corintios 10:13).

Durante muchos siglos, los cristianos se han preguntado cómo sería posible que todo el mundo pudiese ser testigo de la vuelta de Cristo a la Tierra.

Hoy ya no hace falta imaginar. Cuando Jesús vuelva habrá miles de teléfonos móviles transmitiendo ese glorioso momento, a todo el mundo, en tiempo real.

Porque uno de los beneficios de la tecnología es que nos permite constatar, de primera mano, lo que está ocurriendo en cualquier lugar del planeta.

Lo bueno, y lo malo. La guerra de Irak fue la primera guerra retransmitida en directo por las televisiones.

Y esta nueva y terrible guerra en Ucrania es la primera guerra que se está retransmitiendo en directo por las redes sociales.

Y lo que podemos ver es dantesco, que es una forma educada de decir que es infernal.

A través de los teléfonos móviles estamos viendo imágenes terribles de crímenes, sufrimiento y destrucción. Los conceptos románticos o épicos de lo que significa una guerra o del sacrificio heroico quedan barridos por la realidad.

No vemos personas que van gozosas a dar su vida por la patria. Lo que vemos son solo personas llenas de dolor que intentan defender a los suyos, y que mueren y sufren por la maldad de otros.

Y los cristianos estamos en medio de este mundo. Y nuestros hermanos en Ucrania están pasando por la misma hambre, el mismo sufrimiento y la misma muerte que sus conciudadanos.

De hecho, en la masacre de la estación de Kramatorsk murió también un voluntario de una iglesia española. Estaba allí dando consuelo, y un poco de agua y comida, a los refugiados.

Y cuando tienes entre tus brazos el cuerpo destrozado de tu madre o de tu hijo, en muy humano dejarse llevar por la ira, y clamar a Dios que descienda fuego del cielo y destruya a quien ha hecho eso.

Y como esto hay cientos de situaciones que nos llevan a nuestro límite, ya sea en cuestiones profesionales, morales, económicas, etc. Cuestiones que nos sirven de excusa para nuestras reacciones humanas, pero muchas veces equivocadas.

Porque nuestra vida no existe para servir de soporte a nuestras pasiones. Ni nuestro clamor puede ser para destrucción, por mucho dolor que sintamos, sino para que la Tierra sea llena de la gloria de Dios.

Veamos que nos dice la Palabra de Dios en la primera epístola a los Corintios, capítulo 10 y versículo 13:

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.

Y una matización antes de continuar. La palabra griega que se utiliza en este versículo sirve tanto para lo que nosotros conocemos como tentación y también como prueba.

Porque del mismo modo que le ocurrió a Job, Dios es fiel, y jamás va a permitir que nuestro adversario venga con tentaciones superiores a las fuerzas que Él nos da.

Ni tampoco Dios va a llevarnos a situaciones que no podamos soportar y que nos destruyan como cristianos.

Antes bien, en todas estas circunstancias él va a darnos una salida. Y esa salida no es otra que mirar a Cristo en la cruz, muriendo por ti y por mí, y clamando a Dios por perdón para sus verdugos. Porque sin ese perdón el fin de sus verdugos, así como el tuyo y el mío, iba a ser terrible. Y eterno.

¿Quiere eso decir que no podemos clamar a Dios por justicia? Por supuesto que podemos, y de hecho, ese debe ser nuestro clamor. Que su justicia y su temor caiga sobre cada persona en este mundo, ya sea para salvación o para condenación.

Recordemos que, si se ha dar cuenta de cada palabra ociosa, cuanto no más, quien se ha gozado en el dolor ajeno, deberá dar cuenta de ello en el cielo ante Dios, pero también en esta tierra.

Por ello, no vivamos levantando excusas para dejarnos llevar por nuestros deseos o por nuestra ira. Seamos hijos de nuestro Padre que está en los Cielos.

Y, ante tanto dolor y sufrimiento, clamemos por consuelo, pero, sobre todo, por el regreso de nuestro Señor.

Al fin y al cabo, los teléfonos móviles ya están a punto para que todos lo vean.

Que Dios te bendiga.

Foto de Aaron Burden en Unsplash