Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí (Juan 14:6).

No hay otro camino, ni otra verdad, ni otra vida que Cristo.

Cuando los magos de oriente llegaron a Israel, buscando al nuevo rey que había nacido, afirmaron que una estrella los había guiado hasta allí.

Sin embargo, es curioso comprobar que no sabían mucho más del lugar concreto de nacimiento que cuando salieron de sus países.

Por eso tuvieron que acudir a Herodes para ver si este tenía una información más exacta.

La estrella los había guiado hasta ese momento, pero ya no era útil para seguir avanzando.

Del mismo modo, muchas personas están buscando algo que los llene de paz, que calme sus miedos, o que dé un sentido a sus vidas.

Intuyen que debe existir ese algo más que les complete, que les realice como seres humanos. Porque Dios ha puesto en todos nosotros ese anhelo de divinidad que nos hace incompletos cuando no estamos en Él.

Y esto les lleva a lanzarse a su búsqueda.

Una búsqueda que muchas veces les lleva hacia la espiritualidad. Pero, como es probable que nunca la hayan vivido de verdad, van dando palos de ciego para ver si encuentran algo que les satisfaga.

Porque ese anhelo interior actúa como aquella estrella de Belén que seguían los magos. Les muestra que algo mayor existe y les acerca a ello, pero estar cerca, no es estar.

Por eso buscan y preguntan a cuanto gurú o pseudoapóstol se pone a su alcance, para ver si les dan la dirección definitiva de esa espiritualidad que calme la sed de sus almas.

La cuestión es que ese estado solo se alcanza en la presencia de Dios, y como nos recuerda el Evangelio de Juan, en el capítulo 14 y versículo 6,  para llegar a esa presencia solo hay un camino:

Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

Los magos acudieron directamente a Herodes porque entendían que nadie mejor que él debería estar al tanto de todo lo que ocurría en su reino y de las profecías que podrían avisar de un evento tan especial, por lo que pensaron que Herodes podría indicarles el lugar y el camino.

Entonces, ¿por qué tan pocas personas vienen directamente a las iglesias para conocer más, sino que más bien parecen evitarlas y dejarlas como una última opción?

Es evidente que Satanás no va a poner las cosas fáciles para dejar escapar a las personas a las que mantiene alejadas de Dios. Sin embargo, nosotros tenemos una responsabilidad para con ellas.

Hay muchas personas buscando algo que llene sus vidas. No podemos esperar a que entren por las puertas de las iglesias buscando a Cristo.

La Gran Comisión no consiste solo en abrir locales de culto para que la gente venga a arrepentirse.

La Gran Comisión consiste en ir a predicar el Evangelio, en dejarte ver allí donde estés. Porque el Evangelio no consiste solo en palabras, sino que también consiste en hechos que manifiesten el amor de Dios y su misericordia.

Cierto que hay tiempo para descansar y tiempo para dejar que sea el poder de Dios el que obre, pero ese mandato de ir, de salir, contenido en la Gran Comisión sigue vigente en todo tiempo.

Recuerda las palabras del apóstol Pablo en la Epístola a los Romanos, capítulo 10 y versículo 14:

¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 

Así que si en este año quieres hacer el mejor de los regalos a las personas que te rodean, un regalo que cambie sus vidas y que les abra las puertas de la vida eterna, regálales el mensaje del Evangelio por medio de tu vida.

Que Dios te bendiga.

Fotografía de portada por Al Elmes en Unsplash

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