«Él, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían» (Lucas 19:40)
De las tres labores esenciales de un cristiano, dos se dieron en la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén.
Y una de ellas es la proclamación del Evangelio. Una labor a la que todo creyente está llamado a participar.
Sin embargo, a veces nos sentimos indignos y pensamos que tenemos poco que aportar, que no tenemos gran elocuencia o que la evangelización es labor de evangelistas.
Quizá te sientas dotado de la misma expresividad que una piedra. Y hasta es posible que estés en lo cierto.
Y Dios lo sabe. Y, a pesar de todo, Jesús nos sigue llamando a compartir el Evangelio «a toda criatura».
Ahora bien, hay muchas formas de hacerlo. No todo es «predicar desde un púlpito».
De hecho, estar al lado del caído cuando los demás lo abandonan, o sostener la mano del afligido puede ser el mejor evangelismo.
Así que disponte a compartir el mensaje de salvación y vive el Evangelio. Porque entonces, y aunque los elocuentes callen, con tu vida seguirás mostrando el poder, la magnificencia y el amor de Dios.
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