Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28)

Nada hay más doloroso que la desesperanza.

Cuando ella se instala en una vida, todo pierde su sentido.

El esfuerzo más nimio se convierte en una tarea ímproba, y las fuerzas para seguir adelante, desaparecen. Los caminos se vuelven confusos, las decisiones imposibles y la visión desaparece.

Y mientras intentamos avanzar hacia algún sitio, cargamos con pesadas cargas de temor, de culpa y de vergüenza. Cargas que nos hunden, aún más, en nuestra desesperanza.

Y cuando intentamos encontrar salidas, lo único que encontramos son soluciones parciales o temporales.

Un breve descanso para recuperar algo de fuerzas, o un rato para olvidar las tristezas. Pero pronto la realidad vuelve a tomar su lugar.

Es entonces cuando Cristo nos hace llegar estas palabras: «Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar» (Mateo 11:28).

Porque Cristo no vino para condenarnos ni para cargarnos, aún más, con pesadas normas o ritos. Cristo vino para traer la solución a nuestra desesperación.

Y, con ella, nos trajo una promesa de descanso y de renuevo. Y lo único que nos pide es venir a Él.

Ir a su presencia tal y como estamos. No hay que «vestirse de domingo», ni hay que arreglar las cosas antes de buscar a Dios. Solo hay que ir.

Lo que haya que cambiar, lo que haya que quitar, y lo que haya que sanar, será labor del Espíritu Santo.

Y lo irá haciendo a su tiempo.

Nuestra parte es responder a esa oferta de amor: Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados.

Su promesa, su parte en ese compromiso, es darnos descanso.

Pero este venir no debe ser un mero acercarse a Jesús, con la única intención de dejar nuestra carga. Como quien se acerca a un buzón a dejar una carta, y enseguida se va.

Es ir a Él para quedarse a sus pies; es aferrarse a Dios y no dejarle hasta que nos bendiga.

No se trata de hacer una breve oración con el único objetivo de esperar que Él lo resuelva todo. Es acercarse a Dios y esperar confiando en su gracia y su misericordia.

No por lo que va a hacer en nuestras vidas, sino por lo que ya ha hecho.

Y el descanso llegará.

Que Dios te bendiga.

Imagen de portada por Ben White en Unsplash