Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría (Eclesiastes 9:10).

Después de la ascensión de Cristo, los discípulos fueron tentados a permanecer ocultos.

Desde sus miedos, quizá esperaban que Dios enviara a alguien especial.

O quizá pensaban ponerse a trabajar en alcanzar la «perfección» antes de comenzar su obra.

Sin embargo, Jesús solo les ordenó esperar hasta «recibir poder de lo alto». Luego tendrían que actuar.

Del mismo modo, a veces recibimos el mandato de Dios de actuar. Pero como nos sentimos débiles e incapaces decidimos esperar hasta considerar que estamos suficientemente capacitados.

El problema es que, en las cosas espirituales, nunca estaremos lo suficientemente capacitados por nosotros mismos.

Tenemos que aprender a entregar nuestras dudas a Dios y confiar en su misericordia y sabiduría.

Por eso es buenos recordar las palabras del libro de Eclesiastes en el capítulo 9 y versículo 10:

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría.

Cuando Dios nos confíe una responsabilidad, es normal sentirnos inseguros, y es bueno buscar mejorar nuestras capacidades.

Sin embargo, debemos recordar que el Espíritu Santo ya ha sido derramado. Y Él completa lo que nos falte.

Así que si Dios te da la orden de iniciar una tarea no te excuses como Jeremías, ni te retardes, y arranca.

Si eres obediente, y al igual que hizo con Moisés, Dios irá contigo.

Fotografía por Angelina Litvin en Unsplash
David Gómez
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.