Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis (Jeremías 29:11)
A pesar de la maldad y los desastres que nos rodean, nuestro destino es de paz y bien junto a Dios, por toda la eternidad.
En Europa estábamos viviendo el período de paz “relativa” más largo de todos los tiempos, y la ciencia y la tecnología están mejorando nuestra esperanza de vida a pasos agigantados.
Y a pesar de ello, nunca como ahora se tiene mayor sensación de inseguridad y de desesperanza con respecto al futuro.
Haces planes para recorrer el mundo y te lo cierran por pandemia.
Haces planes para invertir tus ahorros en una isla paradisíaca y aparece un volcán que se lleva toda tu inversión.
Si pensabas jubilarte pronto, de repente te avisan de que “quizás” tengas que esperar hasta los 75 años.
Y cuando más se hablaba de paz, llega la guerra a Europa.
Muchos lo están pasando realmente mal. Y si bien esto está haciendo que algunos se vuelvan más solidarios, también está provocando que muchos se hayan lanzado a disfrutar el momento y a olvidarse de los demás, porque no saben lo que les traerá el futuro.
De hecho, en la primera epístola a los Corintios, en el capítulo 15, versículo 32, el propio apóstol Pablo dijo que si no tuviéramos esperanza también nosotros pensaríamos lo mismo: Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos.
Y algo así pasaba en los tiempos del profeta Jeremías.
Por aquel entonces el pueblo de Israel estaba cosechando las consecuencias de la desobediencia que había sembrado, y lo habían perdido todo.
Habían sido deportados, y los israelitas corrían el riesgo de dejarse llevar por el derrotismo y desaparecer como nación.
Sin embargo Dios no iba a dejar a su pueblo en el olvido.
Por eso, les dice que tengan esperanza, que sigan adelante con sus vidas, que construyan casas, que planten viñas y que tengan hijos. Incluso que guarden las escrituras de compraventa de las casas en Israel.
Porque Dios siempre tiene planes de bendición para sus hijos.
Así, en el libro de Jeremías, capítulo 29 y versículo 11 leemos: Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Ahora bien, con esto Dios no quiere decir que los creyentes vamos a vivir siempre en prosperidad y salud.
De hecho, en ninguna parte del versículo habla de esto. Y además se lo dice a un pueblo de Israel que estaba viviendo en cautividad, en medio de un mundo que no era el suyo.
De lo que Dios está hablando es de que Él no piensa en nosotros con el propósito de maldecirnos ni de destruirnos. Aunque a veces podamos pensarlo al vivir en un reino que no es el nuestro y, a veces, pasemos por el fuego de la prueba.
Lo que Dios dice es que sus pensamientos hacia nosotros son pensamientos de paz, de bendición y de victoria. Son pensamientos de esperanza aún en medio de la adversidad, del dolor y de la prueba.
Nos dice que Él nunca se olvidará de nosotros, y que aunque no le veamos, y a veces ni le sintamos, Él siempre va a estar rodeándonos con su amor.
Y también nos dice que su propósito es darnos el fin que anhelamos. Y este, para un verdadero hijo de Dios, no puede ser otro que vivir la eternidad en su presencia.
Por eso no te dejes amilanar por pandemias, crisis, volcanes ni persecuciones. Si amas a Dios y anhelas caminar en su presencia, tu vida, aunque tenga lágrimas, será una vida llena de su gozo y su paz, y tu destino será estar junto a tu Señor.
Que Dios te bendiga.
Fotografía por Farid Visuals en Unsplash