Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: « Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne…» (Hechos 2:16-17a)
Cuando Moisés necesito ayuda, Dios tomó de su espíritu y lo puso en 70 ancianos (Números 11:25). Estos, entonces, recibieron sabiduría y discernimiento para juzgar entre sus hermanos.
Mas tarde, Dios siguió dando gracia a personas concretas para servir como jueces o profetas. Sin embargo, el resto del pueblo no podía disfrutar de esa presencia de Dios en sus vidas.
Pero todo cambió con la venida de Cristo.
La llenura del Espíritu ya no está reservada a unos pocos. El acceso a la presencia de Dios ya no es privilegio del sumo sacerdote.
Porque los sacrificios imperfectos fueron cambiados por el sacrificio perfecto de Cristo. Y ahora Dios nos ve justificados.
Y por ello nos ha sido concedido libre acceso a esa presencia maravillosa de Dios y este nos recibe, no solo como siervos, sino como a hijos.
La única condición es aceptar ese sacrificio.
Porque «todo aquél que Él crea, será salvo».
Nos vemos
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Foto de portada por Justin Luebke en Unsplash