A Dios parece gustarle mucho la palabra «clamar», y no es extraño.

Él es Dios de acciones poderosas y emociones intensas, y clamar es un verbo que denota intensidad en la acción, es pedir o llamar con vehemencia.

Porque Él quiere que nos acerquemos a su presencia con convicción, con la certeza de que Dios es nuestra mejor opción, no la última.

Y quiere que no le dejemos ir, hasta que nos responda. Aunque la respuesta sea «no». Porque esa respuesta forma parte de la dirección de Dios para nuestras vidas.

Así que no te limites a pedir, como quien pide un billete de tren o una pizza.

Clama a Dios como si en ello te fuera la vida, porque es muy probable que así sea.

 

Imagen de portada por eberhard grossgasteiger en Unsplash