El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10).

Cuando nos llega una citación de un juzgado, o una carta de Hacienda nos echamos a temblar.

Porque, lo habitual es que la noticia sea negativa para nuestros intereses.

Y es que nos hemos acostumbrado a que la mayoría de veces que alguien desconocido se acerca de forma espontánea a ofrecernos algo, lo que descubrimos es que está buscando su propio beneficio personal.

Por ello, es muy común que, cuando compartes el evangelio con alguien, este recele de tus posibles intenciones ocultas. Y más aún cuando le dices que es un regalo de Dios para todo aquel que decida aceptarlo.

Es algo que, probablemente, ha estado buscando, porque todos anhelamos tener un vida plena y con sentido. Pero le suena demasiado bonito para ser cierto.

Es fácil que piense que es como en las promociones esas, a las que acudes a recoger un regalo y acabas comprando un piso en multipropiedad en el Islote de Perejil.

Satanás ha hecho muy bien su trabajo.

Ha acostumbrado al mundo al mal. Y lo ha hecho de tal manera que, cuando se presenta la salvación de Cristo, la rechazan, porque tienen miedo a sufrir el enésimo engaño.

Y es que, a primera vista, no hay forma de diferenciar a un ladrón de alguien que no lo es.

De hecho, muchos malhechores son personas tremendamente afables y agradables en el trato personal con desconocidos.

Porque si parecen agradables es fácil que los demás piensen que son buenas. Y así es más fácil que bajen la guardia y se puedan aprovechar de ellos.

Vida abundante

Por eso, no es de extrañar que en el Evangelio de Juan, en el capítulo 10 y versículo 10, Jesús nos diera una promesa con advertencia:

El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.

A lo largo de nuestras vidas nos vamos a encontrar con muchas personas desconocidas. Personas que necesitan recibir a Cristo como Salvador y tener la vida abundante que Cristo otorga a los que le reciben.

Y nosotros estamos aquí con la misión de decir al mundo que Cristo ha venido para que tengan esa vida.

Pero, para tener una oportunidad de que el mundo nos escuche, hemos de marcar la diferencia con el ladrón.

Porque tienen que poder constatar que no venimos para robar su libertad o destruir su vida.

Y no se trata de parecer agradables. Se trata de llevar una vida cristiana que demuestre con rotundidad que la oferta de Cristo de una vida abundante es real.

Con ello no estoy diciendo que hemos de tener una vida de abundancia y risa continua.

Estoy diciendo que nuestras vidas deben manifestar el gozo y la paz de Dios.

Eso es muy fácil en medio de las alegrías, pero donde más se demuestra es en medio de los momentos difíciles. Y no hay que ocultar estos.

Porque para alcanzar la victoria, primero hay que vivir la batalla y pelear hasta el final. Entonces podremos hablar con la autoridad del Espíritu Santo.

Y para ello, no hay nada mejor que dejar que Cristo sea el verdadero Señor de nuestras vidas, y permitir que el Espíritu Santo haga su obra en nuestro interior.

De tal forma que, cuando nos miren, no nos vean a nosotros, sino que vean a Cristo a través nuestro, para que después tomen su decisión.

Porque a Cristo es imposible confundirle con un ladrón.

Que Dios te bendiga.

Fotos para la portada de Annie Spratt en Unsplash

En el Valle de Sombra de Muerte

A lo largo de nuestras vidas, todos vamos a pasar por valles de oscuridad y dolor.

Pero la Palabra de Dios da ánimo, y nos muestra cómo seguir adelante en dichos momentos, y vencer.