«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33)

Uno de los principios esenciales de la vida cristiana es la confianza en Dios. Por eso Él no recuerda: «confiad, he vencido al mundo«.

Cuando se edificó el Tabernáculo todo el pueblo apoyó con ofrendas, y confió en las personas «sabias de corazón» para hacer la obra (Éxodo 35 en adelante).

Cuando se reedificó el muro de Jerusalén, en tiempos de Nehemías, cada cual hizo su parte y confió en los demás.

En el pasaje del atalaya (Ezequiel 33:1-7) vemos como, en tiempo de guerra, el pueblo ponía su vida en las manos del atalaya, confiando en que avisaría al menor atisbo de problemas.

Y ellos confiaban en personas.

Y sin embargo, todos sabemos que las personas fallan. Ya sea por cansancio, por descuido o por negligencia. Pero lo cierto es que en un momento u otro, todos fallamos.

Y aún así, seguimos adelante.

Pero hay circunstancias en las que necesitamos un asidero fuerte. Momentos de dolor, de enfermedad o de duda.

Y son momentos en los que necesitamos la certeza absoluta de que habrá alguien a nuestro lado que no nos falle.

En esos momentos la cuestión, vital, es ¿dónde encontramos a esa persona?

Pues bien, no hace falta que busques mucho, porque Dios ya ha salido en nuestro rescate.

Veamos las palabras de Jesús en el Evangelio de Juan, capítulo 16 y versículo 33:

«Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo»

Jesús nos dejó patente su amor por la humanidad y el poder de sus palabras para que, a lo largo de nuestra vida, podamos enfrentar problemas y situaciones con la plena confianza de que Dios hará su parte.

No tendremos pruebas previas o «vellones», como Gedeón, sino «tan solo», la palabra de Jesús: Confiad.

Pero esa promesa es fiel y verdadera.

Por ello, cuando Dios te pida algo, cuando pases por dificultades o luchas, aférrate a su promesa y confía en su palabra.

Síguelo a pesar de lo que veas a tu alrededor o de la fuerza de tus adversarios.

Y, sin la menor duda, Dios hará.

Nos vemos.

Que Dios te bendiga.

Fotografía de portada por Liane Metzler en Unsplash